domingo, 29 de junio de 2008

Cromagnon-16 Nov 2005

Hace unos años hubo una explosión en una fabrica clandestina de pirotecnia en Chile donde murieron diez personas. Poco después se legislaó la prohibición de la venta, uso y/o tenencia de fuegos artificiales en todo el territorio chileno.
Pasé el año nuevo de 2001 en la costa chilena con mi hijo y la única pirotecnia que vimos fue la que cada municipalidad organizó con gente experta, o sea gente con autorización del estado.
Argentina es un país en que hay falta de capacidad para aprender de los errores, aunque los sean desastres en gran escala como Cromañon. Por lo tanto los argentinos prefieren apuntar los dedos acusatorios a los políticos, al dueño del boliche Omar Chaban, y al grupo musical que estaba tocando en el momento del siniestro, Callejeros, cuando también hay responsabilidad compartida entre toda la sociedad, aunque nadie se quiera mirar al espejo. Con Cromañon hemos perdidos muchas oportunidades de enseñar, mejorar leyes, reevaluar los espacios públicos, definir o redefinir los roles de la policía y los bomberos, crear responsabilidad en nuestra juventud y armar un plan para mejorar los servicios de emergencia.
En lugar de eso tenemos un grupo (pequeño pero no tanto) de familiares de victimas dominando la escena política y social de Argentina, a veces usando su dolor – real y terrible como es – como excusa para cualquier acto publico. Desde algunos que intentaron incendiar tribunales con nafta como protesta contra el juzgado que dejó libre a Chaban (sí, trataron de quemar un edificio publico con gente adentro para protestar los muertos de sus familiares en un incendio!?!), hasta sitiar el barrio donde Chaban fue a parar en su libertad condicional. Desde atacar a Estela Carlotto con huevazos y gritos de “Asesina”, hasta forzar la censura de León Gieco. Y muchas otras cosas.
La noche del 30 de diciembre llegue al sitio del desastre mientras la policía estaba sacando los últimos cuerpos de Cromañon. Y allí empecé una cobertura de una semana para ABC nacional y regional con el afiliado en Rhode Island. También trabajé para el diario mas importante de este estado, el Providence Journal. Hubo mucho interés en EEUU, pero especialmente en Rhode Island donde ellos habían sufrido su propio incendio en un boliche con características extrañamente parecidas. En las afueras de Providence, capital de Rhode Island, murieron 99 personas dos años antes en un club que se llamaba The Station donde había mas o menos 600 personas en un lugar con capacidad de 460 (comparado con Cromañon, nada, aunque los investigadores en Rhode Island consideraban un factor importante en el número de muertos el hecho de que el hall estuviera tan lleno). El incendio de The Station occurió cuando el manager del grupo de rock Great White (una banda famosa durante los 80’s y que estaba en el medio de un tour nostálgico) empezó a lanzar unos fuegos artificiales. Una de las bengalas llegó al techo donde había un material parecido a una media sombra con paneles acústicos atrás. La salida de emergencia no fue bien señalada y uno tenía que atravesar la cocina para alcanzarla. Frente a la puerta de entrada (o salida) central los dueños del boliche se habían construido una columna que uno tenía que rodear para poder salir. Esta columna se construyó sin el permiso de los inspectores de edificios o de los bomberos de la ciudad.
Dado las trágicas coincidencias, cuando los argentinos dicen que desastres así solo se puede pasar en Argentina, eso simplemente no es verdad. Aparte de Rhode Island hubo dos incendios de boliches en China, uno en Corea del Sur, otro en Chicago, otro en el Bronx y muchos más solo en los últimos años. Lo que sí se puede decir es que en ningún otro país reaccionaron como Argentina.
La primera cosa importantísima y que casi todos los argentinos parecen haber olvidado en el pos-Cromañon es la causa primaria del incendio: los fuegos artificiales. Todas las causas que viene después – la puerta de emergencia cerrada con un candado; las 4000 personas en un lugar apto para 1000; la falta de inspección de la ciudad, de la policía y de bomberos; la altamente inflamable media sombra y el material acústico tóxico; la habilitación del lugar mismo, etc. – son todas causas secundarias. Lo que nadie quiere admitir es la máxima responsabilidad, la locura de fuegos artificiales y su uso general en Argentina y especialmente en un ambiente cerrado.
Algunos ejemplos de cómo nadie enfrenta la causa numero uno del desastre de Cromañon:

1) La noche del 30 de diciembre la policía me dejó entrar a mí junto con un productor de Chiche Gelblung. Tuvimos acceso al lugar justo después que removieron el último cuerpo. No sé porque nos dieron permiso para recorrer la escena, pero un comisario nos dijo que si nosotros firmabamos como testigos de objetos de prueba podíamos entrar y ver el lugar del crimen aunque, gracias a Dios, sin nuestras cámaras. La escena fue surreal, con cuerpos afuera en un parking al aire libre, cuerpos sin quemaduras, sin señales de muerte, casí lucieron angelicales. Adentro del hall parecía como nada hubiera pasado, había banderas colgadas sin señal del incendio, realmente lo único que llamó la atención fueron el agua y muchas zapatillas en el piso. Hablé con el comisario encargado de la investigación y le pregunté si habían buscado y sacado la bengala que causó el incendio del techo. Me miró unos segundos con un look entre maravillado y superado. Después se dio vuelta, llamó a un cabo y le ordenó (mientras el productor de Chiche y yo nos miramos incrédulos) buscar una bengala incrustada en el techo. Otra vez, pensaba, la policía argentina con su afán de perder, manchar, aplastar, cubrir o mirar a otro lado cuando la evidencia está a la vista. Es como si desde el primer momento del hecho, de la investigación, la bengala – la causa primaria – no hubiera nunca existido.
2) En los días siguientes hice muchos reportajes para la televisión norteamericana. En un momento, unos días después de la tragedia, fuimos a hablar con los chicos que sobrevivieron y habían hecho un campamento con carpas en la esquina de lo que fue Cromañon. Los chicos, quizas treinta de entre 15 y 25 años, estaban hablando con la prensa y eligimos algunos para entrevistar. En un momento un chico flaco, pelirrojo, nos comentó como había hecho salvarse en el medio del caos. Preguntamos por los fuegos artificiales y el nos respondió que eso fue un parte importante de los shows de Callejeros. Entonces dijo algo increíble. “Y si hay un concierto de ellos (Callejeros) el día de mañana iría con algunas bengalas.” ¡Me sacó de juicio! ¡No podía creer lo que me dijo! ¿Haría lo mismo? Aparte, en su discurso el ya estaba culpando a Ibarra y Chaban. ¿Y los fuegos artificiales? Nada que ver, dijo. Me di cuenta que eso fue el rap de casi todos los pobres chicos viviendo en esa Villa Carpa frente a la deteriorada Plaza Miserere y al lado de la aún mas caída estación central de trenes de Once. Lo único que podía pensar – para mí mismo, por supuesto – era que entre estos chicos, en esa hinchada de Callejeros, estaba, tal vez, el culpable de haber tirado una de las bengalas (hubo en realidad muchas, que capturó bien un video, ver abajo) que causó la tragedia. Y que mejor manera de sacarse de encima la culpa que apuntar a otros y desviar las miradas. No sé si fue así. No tengo ninguna prueba. Pero que triste si así fuera y que triste si no.
3) En el canal de cable TN unos días después difundieron un video casero del trágico concierto. Se ve claramente que no hubo UNA bengala, si no una catarata de fuegos artificiales lloviendo por todos lados. Entonces la pregunta, ¿el juzgado ha hecho un estudio de ese video para buscar el culpable? De todos los indicios, la repuesta es no.

Por la forma inepta en que todos filosofaron, pensaron y opinaron después del desastre tenemos otro juego de reglas, otro punto de inicio de la discusión. Siempre la culpa es mas fácil que la reflexión.
Nada de esto es para quitar la culpa de Aníbal Ibarra. Su falta de reflejos en los primeros momentos del desastre no solo le dejaron al descubierto para la tormenta de acusaciones de los familiares (muchas veces infundadas) pero también le dieron un blanco fácil para los más radicalizados de esta historia tan triste. Una actuación distinta - por ejemplo, estando Ibarra en el lugar de la tragedia aquella noche, aun si le hubiera insultado o abucheado – podría haber cambiado mucho. Esa falta de liderazgo, especialmente en una sociedad tan verticalista como Argentina, podría haber alterado el aftermath. Pero tampoco quiero decir, ni loco, que Ibarra mereció el trato de algunos familiares como las amenazas de muerte a sus hijos. Los mismos políticos de la municipalidad que armaron el proyecto de impeachment contra Ibarra han pasado los últimos diez meses haciendo politiquería pero sin investigar los hechos. Quizas porque ellos tampoco habían hecho nada para protegernos.
Y si hay culpa de Ibarra, qué de las responsabilidades del gobierno nacional, por ejemplo Ministro del Interior Fernández que era el máximo responsable de la Policía Federal o el presidente mismo que hizo aún menos que Ibarra en las primeros 48 horas, y se quedó mudo en los tranquilos bosques de Calafate.
Chaban sirvió como un ogro fácil para todo el mundo. Tengo que admitir que cuando vi la barra que trababa crudamente la gran puerta desde afuera de Cromañon, con el único propósito de atrapar gente adentro me dio bronca. Al ver las marcas en la barra causado por presión de la multitud tratando de abrir senda, me dio bronca. Cuando vi el espacio tan chiquito del hall y me imaginaba como 4000 personas podían entrar allí, me dio bronca. Es cierto que Chaban tuvo mucha responsabilidad. Pero no toda. Es mas, Chaban fue el único que avisó a la gente esa noche fatídica que no usaran fuegos artificiales “o todos vamos a morir”. Tiene su culpa, seguro, pero si los chicos hubieran escuchado...???
Trabajé con un periodista, Mark Arsenault del Providence Journal, durante los primeros dias de enero. Hace dos años Mark estaba cubriendo el incendio de La Station en Rhode Island y queria cubrir un hecho tan parecido en Argentina. Le sorprendió la falta de dolor y las muestras de bronca de los familiares. “Es como aquí no hay tiempo para el duelo”, dijo.
Y también le sorprendió que los familiares pasaron el tiempo culpando al intendente.
“Nadie habla aquí de la responsabilidad personal de los asistentes. Si 4000 de ellos entraron al lugar capacitado para 1000, debe tener algo de sentido común para darse cuenta que hubo un peligro iminente. Olvidamos de los inspectores y los oficiales de la ciudad”.
Tambien Mark habló de su sorpresa con la politización de la causa Cromañon.
“En Rhode Island se cuidaron los familiares de las victimas de no politizar sus reclamos. A tal punto que en la campaña para intendente unos meses después hubo un candidato opositor que intentó utilizar el incendio de The Station en contra de su oponente, el entonces intendente. La reacción en su contra fue tanta que perdió la elección por nocaut, debido en gran parte al uso del incendio para fines políticos. Hubo bronca contra políticos y oficiales del gobierno por no actuar antes en algunos aspectos, pero hubo también el sentimiento de que cada persona adentro del hall tuvo su propia cuota de responsibilidad por ponerse en una situación tan obviamente peligroso”.
No soy una persona que dice que la sociedad argentina tiene que usar como modelo a la de EEUU. Ni pienso que debe mirarse al viejo continente como regla. En muchos aspectos creo al revés: que los norteamericanos y europeos tienen mucho que aprender de las experiencias de sociedades jóvenes como las de América Latina. Basta con ver el desastre y la repuesta al huracán Katrina, o la situación de los disturbios en Francia o en Melilla, o el proceso electoral tan no transparente en Estados Unidos o como la tortura que ha llegado a ser parte aceptada de la lucha antiterrorista en casi todo el mundo.
Pero es también verdad que hay mucho para aprender de los países de Norteamérica y Europa. Uno es el sentido que el Estado no es el monolito en la vida de la gente, que el individuo tiene responsabilidades y poder de decisión y a veces elige mal, y lo paga. Es un equilibrio entre poderes del Estado y responsabilidades individuales que define un pueblo.
En Argentina hoy cada persona tiene mas poder que nunca antes, tiene las posibilidades abiertas como nunca. Lastima que prefieren que los poderes monoliticos los cuiden, todavía en todo aspecto de la vida.
Se nota que lentamente los fuegos artificiales están volviendo en escena en los shows de rock. En los partidos de futbol tiran bengalas como si fuera nada, como siempre. Una escuela del Capital fue cerrado la semana pasada cuando algunos chicos estallaron pirotecnia en el medio de clases.Y acercamos a las fiestas donde las empresas de pirotecnia, como siempre, van a armar su stands de venta en los halls de entrada de shoppings y supers y hipermercados sin que alguien piense en los peligros inherentes en tal venta.
Y aquí estamos todos hablando de cómo va a votar Chango Farias Gomez.


*Traducido de unas notas originalmente para The Providence Journal y ABC News.Com, las dos notas en ingles.

jueves, 26 de junio de 2008

George Carlin

“Una buena cosa de estar muerto, es que inmediatamente te convertís en elegible para aparecer en billetes y estampillas”










George Carlin murió esta semana a los 71 años.
No era una cara conocida en Argentina, pero Carlin fue probablemente el comediante más importante en EEUU durante el último medio siglo y una de las figuras más influyente de la contracultura de los años sesenta.
Carlin nació en Manhattan, cerca de Harlem, en una familia de clase obrera, hijo de inmigrantes irlandeses. No terminó el secundario pero consiguió trabajo primero como DJ y después, a fines de los cincuentas, se fue a Los Angeles y trabajó como cómico stand-up en televisión y clubes.
Tenía el pelo cortito y se vestía con traje para la tele y con un smoking para los clubes. Pero los años sesenta y el verano de amor de 67 lo cambiarían para siempre. “No podía aguantar trabajar en clubes con empresarios y ejecutivos top que estaban tan lejos de los cambios que estaban pasando en el país.”
Carlin desapareció por un rato y volvió como un hombre distinto: pelilargo, con una colita bajando por su espalda, con barba y unos sketch demoledores sobre la guerra en Vietnam, el poder politico, Nixon, drogas y la cultura de los hippies. Y se convirtió en uno de los más increíble observadores de su época.
Le gustaba decir, “Ser ciudadano de este planeta me da una entrada a este circo. Y ser norteamericano me da un asiento en la primera fila.”
Encaró la censura con su viñeta de las siete palabras que no se pueden decir en televisión: shit piss fuck cocksucker motherfucker cunt y tits, que terminó siendo autoprofecía cuando un radio FM tuvo que apelar a la Corte Suprema para conseguir el derecho de pasar esa rutina en el aire. (¡Y Perdieron! En el país de la libertad, perdieron).
Carlin fue vagabundo, irreverente, drogadicto confeso, anti-políticamente correcto, con un humor negro, malo, hasta rozar los límites de lo antisocial.
Las activistas anti-aborto fueron un blanco predilecto de sus dardos. “¿Alguna vez viste una mujer, de las llamadas pro-vida, que quisieras fifarte?” solía preguntar en sus shows. “Los pro-vida creen en la santidad de los seres humanos desde la concepción hasta los nueve meses, después que se jodan, que se mueran de hambre”. Y otra: “Cuando viene de un ser humano, se llama un aborto; cuando viene de una gallina, se llama un omelet”.
Carlin ganó múltiples Grammys por sus discos y Emmys por varios de sus 12 programas especiales de HBO. Para darse una idea de su importancia, se puede mencionar que fue el primer anfitrión de la primera emisión del mítico programa de TV “Saturday Night Live”, en 1975. También actuó en una docena de películas.
Pero su lugar fue el escenario. http://www.youtube.com/watch?v=YphEUa5LPjM Con una audiencia universitaria, donde su humor, especialmente sus juegos de palabras fueron más apreciados.
“Puse un dólar en una máquina de cambio. Nada cambió.”
“Cuando Reagan tuvo Alzheimers, ¿Cómo sabían?”
“Cada sesenta segundos setenta hectáreas de bosques selváticos son destruidas para críar ganadería para las cadenas de comida rápida que se la venden a la gente provocándole derrames cerebrales e infartos que aumentan los costos médicos y las tasas de seguros generando más dinero que las compañías de seguros invierten en grandes corporaciones que van al Tercer Mundo donde destruyen más bosques selváticos.”

martes, 24 de junio de 2008

Nota publicada en Pagina 12

Una patología social
2 de noviembre de 2007


Por Joe Goldman *
Mi tarea para el domingo a la tarde fue bastante simple. Para un paquete televisivo sobre la elección en Argentina tenía que ir a la calle y entrevistar a los votantes saliendo, con tres cosas adicionales haciendo el trabajo un poco más difícil: tenía cuatro horas para llegar al satélite o tres para el FTP (Internet), a tiempo para ABC’s World News Tonight-Weekend, tenía que buscar gente pro y contra Cristina Kirchner para dar los dos lados y, por estas limitaciones de tiempo (sin un minuto para traducir) y por los gustos de los televidentes en EE.UU. (como dice mi jefe, “pensá en las viejitas de Iowa”), tuve que hacer las entrevistas en inglés.
Después de hablar con más o menos ochenta personas en la zona de Barrio Norte, me di cuenta de que no había ningún angloparlante que hubiera votado por Cristina. Peor todavía, la gente respondió con tanta vehemencia, tanta rabia en contra del Gobierno que fue sorprendente y a la vez sentí que estaba rodeado de psicóticos. Escuché respuestas con mucha bronca contra los Kirchner y gente puteando al gobierno K, algunos llegando a decir que es el peor gobierno de la historia, que nunca robaron tanto, que estamos mal, etcétera.
No pude menos que acordarme de otros momentos en que hice notas con la gente en Barrio Norte, también buscando angloparlantes, pero en un ambiente totalmente diferente. Me acordé de la entrevista en 2002 con un señor que tenía un piso muy lujoso por Las Heras y no tenía plata para pagar la factura de luz. El hablaba inglés a la perfección. El departamento estaba oscuro, con velas y las luces de la cámara alimentadas con pilas permitiendo la filmación. Me acordé también de ir con esa cámara a filmar a las señoras de Recoleta vendiendo sus pieles y otras posesiones en un centro de trueque en la calle Junín. ¡Qué bien hablaban inglés esas viejas!
Me acordé de la noche del 19 de diciembre de 2001 siguiendo la multitud en Barrio Norte que salió a la poca comodidad de la calle, de la protesta, motorizada y enfurecida por el discurso casi incomprensible en cadena nacional del entonces presidente De la Rúa. Caminaron a Plaza de Mayo, pero primero pasaron por el edificio del entonces ministro de Economía Domingo Cavallo para pedir la cabeza de la misma persona que seis meses antes era el salvador del país. Por lo menos para esa gente que, por supuesto, hablaba inglés y hoy putea contra los K porque no matan a los piqueteros que bloquean sus calles.
Me acordé de filmar las multitudes rompiendo vidrios en los bancos, en protesta contra el congelamiento de depósitos, impuesto por el mismo gobierno que ellos habían votado en masa sólo dos años antes. Muchos de aquellos vándalos hablaban perfectamente inglés y son hoy los mismos que putean contra los K por falta de políticas contra los criminales.
Quizá me estoy poniendo viejo, pero estas memorias son de hace apenas cinco o seis años. No estuve aquí durante el proceso, pero uno tiene que pensar, ¿son las mismas personas que pidieron el golpe militar en 1976?
Ahora tengo que decir que si yo pudiera votar aquí, el domingo mi voto probablemente habría sido para Cristina. Simplemente, creo que merecen un premio por cuatro años de una muy buena administración de la economía, que ha crecido como nunca con poco o nada de ayuda de afuera para apoyar este boom. Para los que hablan de los precios internacionales muy altos de granos, carnes, etc., hubo otros momentos propicios en la historia argentina que no fueron tan aprovechados. Es mi opinión.
Ahora, este gobierno está lejos de ser perfecto y creo que hay mucho de racional en no haber votado a Cristina. Hay otros candidatos que ofrecen proyectos interesantes y distintos que uno puede argumentar que podrían mejorar lo hecho durante los últimos años. Lo que me cuesta creer es la vehemencia, la rabia contra los Kirchner. Entre la gente que entrevisté el domingo pasado había varios que dijeron “Es el peor gobierno de la historia” y, refiriéndose a la segura elección de Cristina,“¡no va a durar dos años!” Si fuera por la gente de Barrio Norte y Recoleta, Argentina entraría al Guinness: el país que tendría un golpe militar en medio del mayor crecimiento y éxito de su historia. Hay cierta culpa del Gobierno por lo que se ve en esos barrios. La soberbia sin freno de este Gobierno, la campaña inexistente de Cristina, la poca habilidad y agilidad para explicar políticas de una presidencia con quizás el peor manejo de comunicaciones que he visto. Todo esto contribuyó a un clima adverso en centros urbanos del país. En lugar de puteadas, los Fernández y Cía. harían bien en mirarse al espejo y tratar de cambiar equivocaciones en políticas comunicacionales y actitudes en general.
Pero, ¿de dónde viene esta bronca? ¿Es gorilismo? Dudo, después de todo Kirchner ha hecho más que cualquier peronista por modernizar el partido, deshaciéndose de muchos de los dinosaurios del pasado. ¿Puede ser que el milagro económico no les ha tocado? Falso, son los que más se beneficiaron en los últimos tiempos. Pienso que este comportamiento irracional es una patología de cierto sector (por suerte pequeño) de la sociedad argentina que no va a cambiar sino alterar su manera a instancia de expresarlo.
Me acuerdo de cuando llegué la primera vez a la Argentina, hace un cuarto de siglo. En uno de mis primeros días aquí, una mañana primaveral bellísima, tomé un taxi de Barrio Norte al Centro con una amiga medio cheta. Al entrar al taxi ella comentó, “¡qué frío!” Quince minutos más tarde, bajó la ventana y dijo: “¡Este calor me mata!”
* Periodista nacido en el Bronx, Nueva York; corresponsal de ABC en el Cono Sur.
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Paradojas de la Batalla Campal




Hace siete meses escribí una columna en Pagina 12 contando de las entrevistas que hicimos para la televisión de Estados Unidos con gente de Barrio Norte saliendo de las urnas por la tarde el 28 de octubre, y el odio visceral de todos hacia CFK (una vieja gritando – en camera – “que se muera”, otros llamando a CFK puta, conchuda, etc.).
No me parecía extraño en aquel momento que hubiera argentinos en contra de la señora Kirchner – que es entendible, el 54% de los votantes lo hicieron en su contra – pero si me extrañaba la vehemencia del odio hacia ella.

Hoy en día es esa misma gente la que organiza una venenosa cadena de mails, pidiendo a todos a salir a cacerolear para, en términos de uno de los mails, “derribar este gobierno anti-democrático”.
Después apareció otro mail en masa donde se reproduce una escena de la película “La caída”, en la que se ve a Hitler y Eva Braun en el bunker, en este caso cambiaron las voces por malos imitadores de Nestor y Cristina (se puede ver que también a la oposición le falta creatividad y sentido de humor; sin mencionar que la comparación de los K con Hitler y Eva Braun es otro ejemplo del histeriquismo argentino). Noto, ademas, que mucho del odio-mail proviene de mujeres, algo que necesita un estudio sociológico profundo.
También es interesante que muchos periodistas que nunca dijeron nada en contra de Nestor Kirchner hoy están a la cabeza de las críticas contra Cristina. Perdón, pero tengo que pensar que esto es una forma de sexismo, que se ve en los medios claramente.

En los meses que lleva en poder, el gobierno de Cristina no ha hecho nada para convencer a la gente de Barrio Norte, tal vez una tarea imposible. Pero lo más preocupante es cuanta gente que votó a CFK hoy no lo haría.
Todavía pienso que el gobierno de los Kirchner es el mejor que he cubierto en mis 25 años aquí, en términos de organizar y administrar la economía. Pero también pienso que este es el peor gobierno de argentina, y uno de los peores gobiernos latinoamericanos, en términos de comunicación y relaciones públicas que me haya tocado cubrir.
Las retenciones eran medidas necesarias y fundamentadas, hasta casi obvias en la economía argentina, como las han aplicado muchos países del llamado Primer Mundo (quizás usando otros nombres de presentación).
La manera del gobierno de implementarlas y explicarlas al país fue brutal, casi instigando resistencia, casi invitando el sector con lideres más conservadores, más retro, a armar una rebelión. ¡Y que rebelión! Una rebelión que duró mas de cien días y creó una serie de contradicciones que alcanzan el alma herida del país:
* El gobierno grita contra los piqueteros ruralistas cuando no dijeron nada mientras que los accesos a Uruguay fueron bloqueados.
* El Diario “La Nacion” está en su salsa en apoyando los cortes de las rutas, los del campo. Es el mismo diario que gritó a los cuatro vientos contra piqueteros urbanos y brindó por los derechos de los ciudadanos al libre transito.
* Uno de los líderes del campo (Biolcatti) hizo distinción entre sus piquetes “blancos” y los piquetes “negros”.
* Luis D’Elia.
* Los cacerolaceros porteños cuestionan una política de retenciones que ayuda a que ellos no paguen precios internacionales y apoyan un paro que crea desabastecimiento. ¿Cómo se explica?
* ¿Los cacerolaceros de hoy son los mismos que caceroleaban en el 2001-2002? Si no están de acuerdo con De La Rúa y no están de acuerdo con los Kirchner, ¿Con quien sentirían cómodos?
* ¿El campo paró así contra Menem? Es verdad no hubo retenciones bajo Menem – ¡NO HABIA NADA PARA RETENER!
* Lilita Carrio se parece cada vez más en su discurso a uno de esos panfletos de los Testigos de Jehová que te den en la puerta de tu casa a las siete de la mañana de un sábado. Sí, estos que predicen el fin del mundo en poco tiempo.
* Igual, los que siempre se quejaron de los piqueteros de antes por el “que van a pensar los turistas”, “que va a pasar con la imagen de Argentina en el exterior”, hoy ni les importa que el hecho de tener un país rehén por cien días es una mancha para Argentina en el mundo.

Esta semana parece que el foco del conflicto cambia al ámbito del Congreso. Pero el odio y resentimiento, muchas veces exageradas, contra el gobierno persiste. Y siempre, en esta tierra de tangueros, es difícil imaginar un final feliz.